EL80 | Elecciones europeas 2024: La lucha entre federalistas y nacionalistas europeos acaba de empezar

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Tras el terremoto político provocado por los resultados de las elecciones europeas, cada vez está más claro que la construcción de una soberanía democrática europea es la única forma de detener el plan de retroceso democrático y cívico llevado a cabo por las fuerzas nacionalistas y antieuropeas.

Por ello, al inicio de la nueva legislatura, es imperativo que las fuerzas proeuropeas condicionen su apoyo a la nueva Comisión, no sólo al apoyo a Ucrania en su resistencia a la agresión rusa, sino ante todo al compromiso de apoyar al Parlamento Europeo en su petición de reforma de los Tratados y de luchar por la convocatoria de la Convención.


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Las elecciones europeas recientemente concluidas han supuesto un auténtico terremoto en los equilibrios políticos de la Unión y de muchos Estados miembros. En un momento extraordinariamente dramático, cuando la guerra ha vuelto al Viejo Continente y el bienestar de nuestras democracias está más amenazado que nunca por las crisis internas y los peligros externos, los ciudadanos europeos estaban llamados a expresar con su voto no sólo su apoyo a un partido, sino también una determinada visión de lo que será la futura Unión Europea.

A primera vista, los resultados pueden no parecer tan llamativos: al fin y al cabo, la mayoría que gobernó en la última legislatura, compuesta por populares, socialistas y liberales, sólo perdió una decena de escaños (aún así, se aseguró unos 403 de 720), por lo que Ursula Von der Leyen tendrá muchas posibilidades de seguir siendo Presidenta de la Comisión Europea. Probablemente buscará el apoyo de más diputados en temas concretos (a partir de la mayoría absoluta necesaria para su reelección), pero no necesitará el apoyo orgánico de otros partidos, como los Verdes o los conservadores euroescépticos. Además, a pesar de los desvaríos de muchos políticos nacionales, no es posible otra mayoría que la formada por el PPE, Renew Europe y los socialistas.

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Sin embargo, hubo una sorpresa. En Francia, el partido de extrema derecha y antieuropeo Rassemblement National quedó primero con un resultado de casi el 32% de los votos expresados, duplicando la mayoría presidencial europeísta del presidente Macron, que reaccionó convocando elecciones anticipadas a la Asamblea Nacional en poco menos de un mes. En Alemania, Alternative für Deutschland, a pesar de los escándalos y las claras simpatías neonazis, obtuvo el 16% de los votos, superando al SPD del canciller Scholz y convirtiéndose en el partido más votado en el este del país. En general, las fuerzas populistas y euroescépticas han crecido en toda Europa, alcanzando casi una cuarta parte de los diputados electos en el Parlamento Europeo. Se trata de una tendencia innegable y extremadamente peligrosa. Hay una parte creciente de la opinión pública dispuesta a ceder a las sirenas de populistas y extremistas que, en sus diferentes formas (tanto de derechas como de izquierdas), están fundamentalmente unidos por su hostilidad hacia el proyecto de unificación europea. Si en décadas anteriores este rechazo se tradujo en propuestas maximalistas, como la salida de la Unión, la abolición de la moneda única o el desmantelamiento de las instituciones supranacionales, la nueva estrategia de los partidos antieuropeos pretende reintroducir la Europa de las naciones en la que prevalezcan los intereses egoístas de los Estados individuales: se trata de un auténtico sabotaje del proceso de integración europea desde dentro, ya que el uso continuado de los vetos nacionales incapacitaría esencialmente a la Unión para actuar y hacer avanzar sus políticas.

El auge del nacionalismo euroescéptico, que corre el riesgo de tomar el poder en países clave como Francia, no puede entenderse plenamente si no se lee también en relación con las crecientes pulsiones federalistas que animan al campo europeísta. Durante mucho tiempo, las fuerzas proeuropeas tradicionales se han caracterizado por un cierto letargo, en el sentido de que se limitaban a defender la Europa unida ya existente y a promover la idea de un lento progreso funcionalista de la integración. En los últimos años, sin embargo, la multiplicación de los enemigos internos y externos de la Unión está obligando a las fuerzas proeuropeas a reorientarse y a decantarse claramente a favor del proyecto de federación europea. Por otra parte, es cada vez más evidente que la Unión debe reforzarse y llegar a ser capaz de servir eficazmente a sus ciudadanos si quiere sobrevivir; de lo contrario, el riesgo es sucumbir a manos de fuerzas antieuropeas que ganarán cada vez más elecciones, o ser aplastada por poderes autocráticos, como está demostrando la experiencia de la guerra en Ucrania, y por la competencia mundial no sólo de China sino también de los propios Estados Unidos, como demuestra la Ley de Reducción de la Inflación.

En este sentido, hay que leer el proyecto de reforma del Tratado apoyado por las fuerzas europeístas del Parlamento Europeo saliente, ya aprobado en el Pleno del 22 de noviembre y ahora estancado en la mesa del Consejo Europeo, a la espera de que los Jefes de Estado y de Gobierno decidan convocar una Convención por mayoría simple para debatir los contenidos de la reforma.

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El gran cambio que determinan las elecciones europeas de 2024 es, pues, el siguiente: la Europa actual ya no es aceptable, y este hecho está claro para la mayoría de las fuerzas políticas en juego, que proponen, no obstante, una transformación de la Unión en un sentido u otro: apoyar la construcción de una soberanía europea democrática, o volver a la Europa de las pequeñas patrias, dispuesta a pactar con las potencias exteriores más arrogantes.

Se ha abierto así un enfrentamiento frontal sobre el futuro de Europa. Por un lado, las fuerzas nacionalistas se fortalecen e intentan tomar el poder en cada vez más países, incluso en Francia y Alemania, que han sido durante mucho tiempo el motor del proceso de integración. Al mismo tiempo, las fuerzas que creen en el proyecto de unificación europea, que siguen siendo fuertemente predominantes en la opinión pública y en el nuevo hemiciclo de Estrasburgo, deben hacer avanzar el proyecto de federación europea. Por ello, la nueva mayoría del Parlamento Europeo debe formarse en torno a dos posiciones innegociables, que deben ser también condición indispensable para apoyar a la nueva Comisión: el apoyo militar a Ucrania en su guerra de resistencia contra la agresión rusa y la voluntad de reformar los Tratados recogiendo el testigo de la legislatura saliente y luchando por la convocatoria de la Convención.

Hacer que la Unión sea soberana es la única forma de detener el proyecto de regresión democrática y civil, así como la rendición ante poderes autocráticos externos que persiguen las fuerzas nacionalistas y antieuropeas.


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La Carta Europea se publica en 7 idiomas bajo los auspicios de la Fundación Europea Luciano Bolis en cooperación con la Unión de Federalistas Europeos. Esta actividad está cofinanciada por la Unión Europea en el marco de la subvención CERV 2023-Project 101140644.

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